Este poema está dedicado a las dos personas que guiaron mis pasos para recalar en este pueblo y me recordaron que belleza sólo puede engendrar belleza
Quizá aquello no fue olvidosino descuidada necesidad de volver
algún día
con mi frágil sombra entre los brazos.
Las ojeras de la infancia y las que ahora llevo puestas
bajo la misma pupila del castaño.
O quizá busqué gritos
dónde sólo eran necesarias las caricias,
y un cuchillo para rajar la línea de la vida
cuando un bálsamo de hiervas
hubiera sido suficiente.
Pero algo sí es seguro:
sé que me perdí y ellos me encontraron.
Lengua de sol que desarmó mi carne
cuando comprendí que su casa era mi casa
y suyos
mi ventura, mi cuchillo y mi descuido;
suya mi sombra
que avivaron con helechos, con la belleza
pétrea de los cuarzos y los nudos
de arena en la garganta.
Ellos.
Sabios que me devolvieron a una tierra
en dónde luchar
-abiertamente-
contra la inconstante fortuna de mis años.
Mis dos hermanos. Los dos.
Dueños del regocijo en que me alzo
para compartir la blancura de mi tapia.
Enviado por: La Sole.