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    lunes, enero 08, 2007

    No te duermas, Mariola

    La Catenaria nos envía otro cuento. Si leéis el publicado el día 22 del 12 de 2006, conoceréis al completo la triste vida de Mariola.

    No te duermas Mariola

    Después de dos años de silencio absoluto, Mariola empezó a salir del oscuro túnel en el que se había sumido tras el accidente de Javier. Poco a poco fue recuperando las ganas de salir, de arreglarse, de soñar, de vivir. Entonces conoció a Fernando, un joven empresario heredero de un próspero negocio familiar con el que se casó al cabo de seis meses.

    Decidieron mudarse a vivir a una casa en el campo lo bastante lejos de la familia de él para evitar visitas inoportunas y lo bastante cerca de la familia de ella como para poder acudir Mariola a diario a comer a la casa paterna. Ella pretextaba que la cocina no se le daba bien aunque la realidad era que todavía no había superado el miedo a quedarse sola.

    No había noche que no se acostara con el temor de cerrar los ojos y que la asaltara la misma pesadilla que se le repetía continuamente, sin embargo aquella noche se despertó sobresaltada por los ladridos de los perros y armándose de valor se levantó a ver qué pasaba. Fernando roncaba de tal manera que le fue imposible despertarlo.

    Bajó al jardín, miró a su alrededor y vio a los perros subidos de patas en una parte de la valla que lindaba con una zona de bosque. Buscó una linterna en el garaje y se dirigió a ver qué era lo que ponía tan nerviosos a los perros. Habrán visto algún conejo o algún zorrillo -pensó-

    Sin embargo, a medida que se iba aproximando le pareció distinguir entre la niebla que se empezaba a levantar sobre la espesura una luz que se dirigía hacia el camino que conducía al cementerio y le pareció escuchar el murmullo de unas voces que repetían con monotonía frases que no llegaba a entender. Volvió a buscar la cadena de Atila, el enorme pastor alemán que le habían regalado cuando aún era una adolescente, lo llamó, lo ató y salió por la puerta resuelta a ponerle las peras al cuarto a los bromistas que estaban alterando su descanso.

    -Se van a enterar estos niñatos, ¡qué se habrán creído! se podían haber quedado en el pueblo molestando al alcalde en lugar de hacer excursiones a estas horas al cementerio. Como reconozca a alguno de ellos mañana me oyen sus padres!- se iba repitiendo mientras se iba acercando al grupo.

    Cuando ya estaba a una distancia bastante corta, Atila empezó a aullar y tiraba de ella para volver a la casa, pero Mariola estaba decidida a llegar hasta el final. En un descuido, Atila se le escapó y salió corriendo dejándola sola.

    -Perro tonto, se está haciendo viejo.

    Enfocó la linterna hacia la comitiva. Distinguió unas sombras que vestían largas capas negras con capuchas que sostenían unos cirios encendidos. Le pareció que los que iban delante cargaban con algo pesado del que salía una luz mortecina. Siguió avanzando y el grupo se detuvo como si estuvieran esperándola.
    Mariola sintió un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo al escuchar cómo el encapuchado que encabezaba la comitiva se giró y la llamó por su nombre.

    -Ven Mariola, mira a quien nos estamos llevando.

    La curiosidad la empujó a acercarse hacia el objeto que transportaban y comprobó que se trataba de un ataúd con tapa de cristal. Se acercó conteniendo el aliento y allí estaba Fernando, amortajado, con la palidez amarillenta de los cadáveres.
    La sombra lanzó una sonora carcajada y Mariola gritó aterrada, paralizada por aquella imagen de ultratumba.

    Se despertó con la respiración agitada todavía y bañada en un sudor frío. Se giró hacia Fernando que ya no roncaba. Todo había sido un mal sueño. Bajó a la cocina a beber un vaso de agua y volvió a acostarse.
    Por la mañana se levantó antes que él. Debió olvidar poner el despertador. Le llamó:

    -Despierta querido, es tardísimo

    Pero Fernando ya no despertaría nunca más. La autopsia reveló que había muerto de un derrame cerebral mientras dormía. Mariola pasó los siguientes meses recluida en una psiquiátrico otra vez con la mirada perdida en el vacío negándose a dormir. Nunca mas volvería a dormir.
    Enviado por: La Catenaria