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    viernes, diciembre 22, 2006

    Mariola

    Mariola se acostó temprano aquella noche presa de la agitación y los nervios que preceden al día de la boda. Su madre no había dejado ni un sólo detalle al azar. Casar a esta hija había sido su mayor preocupación y ya desesperaba de que alguien de su posición pudiera fijarse en aquella hiperactiva desquiciada, como cariñosamente la llamaba, y todo estaba calculado al milímetro. Mariola lo había dejado todo en sus manos aunque fuera consciente de que lo había hecho por no discutir.
    Lo que inquietaba a Mariola era saber si estaría tomando la decisión acertada y con aquella incertidumbre se iba quedando adormilada. Por su cabeza pasaban como flashes inconexos su imagen delante del espejo de la peluquería hecha un adefesio gritando a Hector, su estilista, toda clase de improperios porque no le gustaba el peinado. A la maquilladora porque la estaba poniendo muy kika y parecía mayor, a la modista porque el traje le hacía bolsas en las caderas pero por el busto no le cerraba....
    Oyó el crujido de la madera del suelo al otro lado de la puerta de su habitación pero no le concedió importancia, -la tarima se dilata, pensó- se puso la almohada por encima de la cabeza y volvió a sumirse en la vorágine de sus inseguridades.
    Al poco notó que alguien se sentaba a los pies de su cama y sintió una presencia.
    -Papá? a mí también me cuesta dormirme -dijo mientras se incorporaba.
    -Shhh! no soy tu papá. Cierto, la voz no era de papá sino de Javier, su prometido. Se fue espabilando.
    -Qué haces aquí, no estabas de despedida de soltero con los muchachos? Miró el reloj de la mesilla que marcaba las 3:30.
    -Si, lo estaba, lo hemos pasado de muerte! pero de ellos ya me he despedido hace un rato y tenía ganas de verte.
    A medida que sus ojos se iban acostumbrando a la oscuridad empezó a distinguir detalles que la fueron alarmando. Javier estaba despeinado, sucio y ensangrentado.
    -Pero qué te ha pasado? preguntó nerviosa, estás bien?
    -Nada mi amor, que se nos fué un poco la mano con la bebida y tuvimos un pequeño percance con el coche, pero nada importante.
    Más tranquila, se abrazó a él, notó el calor de su cuerpo, su deseo. Se besaron y empezaron a acariciarse con agitación mientras se iban desnudando. Ambos se entregaron al otro como nunca antes lo habían hecho, como nunca antes habían sentido, como jamás antes habían disfrutado...
    -Amor mío, es mejor que me vaya ya, dijo Javier luego de haber permanecido abrazados un rato que les pareció suspendido en el tiempo.
    -Si, ya debe quedar poco para que amanezca y verás las ojeras que tendré mañana! -dijo Mariola toda coquetería- Hasta mañana mi amor, mañana será el gran día!
    -Te quiero amor mío, no lo olvides nunca, y ahora me despido ya.
    Mariola, satisfecha y tranquila se durmió profundamente.
    El atronador sonido del teléfono la despertó de golpe, maldijo todos los ruidos estridentes del mundo pero se levantó dispuesta a prepararse para el gran día. Por la casa se escuchaban un vociferío fuera de lo habitual pero lo achacó al nerviosismo de un día tan señalado. Teléfono y más teléfono! Y mas voces por la casa, voces que empezaban a sonar inquietantes.
    Salió de su habitación pero al llegar al pasillo se encontró de bruces con la cara descompuesta de su madre.
    -Hija, Mariola, no sé cómo decírtelo. Acaba de llamar la policía, han encontrado el coche donde iban Javier, dos de sus amigos y otras dos mujeres no identificadas. Se salieron de una curva cuando volvían de la despedida de soltero, serían las 3.30 de la madrugada. Todos han muerto. Lo siento cariño, lo siento....
    Mariola fijó la mirada en algún punto de su infinito interior, no dijo nada, nunca más dijo nada.
    Enviado por: La Catenaria